Si bien el chamanismo se refiere en su origen a un personaje religioso de Siberia, rápidamente el uso de la palabra se extendió para designar a una serie de fenómenos de trance presentes en innumerables culturas. En Occidente, y sobre todo después del surgimiento del cristianismo, lo chamánico se relacionó con lo sobrenatural, con la magia, con el ocultismo, con los milagros.

La figura del chamán es la del encargado de generar trance. Los comportamientos en trance y la manera para suscitarlos varían, eso sí, de acuerdo al marco específico de cada grupo.

En la antigüedad, los sacerdotes-terapeutas utilizaban inciensos, encantos, danzas, y trances, para sanar enfermedades a través de la sugestión y reforzar el efecto placebo de los medicamentos.

‘Mantra’ significa en sánscrito “instrumento del pensar”, y son fórmulas, sílabas o sonidos que constituyen la forma sonora de la divinidad y que, por lo tanto, son palabras y sonidos cargados de un gran poder espiritual. Se puede distinguir entre los mantras del vedismo, del hinduismo y del budismo.

Cabe señalar la existencia de lugares específicos donde se practicaba la sanación mediante técnicas chamánicas. En el Antiguo Egipto, por ejemplo, existían templos para dormir, donde se sanaban distintos males, se interpretaban e incubaban sueños y se practicaba la meditación.

En la Grecia Antigua, mientras tanto, los peregrinos visitaban la ciudad de Epidauro, donde se encontraban el templo de Asclepio, dios de la medicina, y otros templos dedicados a la sanación. Los enfermos pasaban primero por ritos de purificación para luego recibir a su mal durante el sueño.  

Sin ir más lejos, en las comunidades mapuches de Chile aún se sanan diversos males mediante el poder chamánico de la machi.